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lunes, 26 de abril de 2010

El origen de los huracanes

¿Tú lo has sentido también verdad? Si... sabes de lo que hablo, sabes como todo el aire entra de golpe y con miedo en los pulmones, como se aferra, no escapa, tiene miedo de salir y no ser nadie, de no alimentarte con su cuerpo de frío invisible, de hojas bailarinas… Sin ti seria una brisa incomprendida más, un viento quizás, se perdería sin rumbo y sin destino, sin una razón de ser. Invisible entre tantos otros invisibles, átomo a átomo, silbaría melancólico peinando los robles, secando lagrimas. Sin tu respirar, sin esa autómata acción egoísta, que coge igual que suelta, que da como quita, él no habría sido él, sino otro cualquiera. En la calidez del pulmón todo parece teñido de rosa y añil, sonríe con la seriedad con la que de niño se juega, nada puede vencerle. Todo lo que sucede son instantes aislados por su maravillosidad, como fotogramas de una gran obra mutilada, a cual más valioso. Y pasan momentos que al le parecen años, y llora y ríe y brilla y canta. ¿Cuánto podría aguantar la respiración ella? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que despreciara su olor a lágrima de sauce y a tierra mojada? No quería saberlo, y al final de cada instante se negaba a si mismo que aquello tuviese un final que no pudiera ser feliz. Pero como en todo acto egoísta, se debe volver a respirar, al fin de cuentas lo que cuenta es sobrevivir, y fue deportado de aquel mundo que parecía hecho sólo para él. Una exhalación y todo era ya tan lejano, volvía al viejo mundo un poco más viejo y bastante más vacío. Su melodía silbaba más melancólica entre el roble, peinó suave tantas melenas buscando una sola… ese olor que llena los ojos y cierra los parpados, ¿Cuántas veces habría vuelto a respirar ya? ¿A cuantos hizo únicos? Desesperado, comenzó a ser visible, a elevarse y a correr sobre las cabezas, olvidó las melenas y los olores y todo ya le importaba como a aquel que no era más que un todo. Empezó a voltear sobre sí, a buscarse a si mismo, todo lo que quería era querer, y sin embargo ahora giraba sin más como hizo siempre, pero como no había hecho nunca. Y ahora que al fin le veían todos le huían. Otros como él llegaron, porque como dicen a perro flaco todo se le vuelven pulgas, y pocos se atreven a dejar de respirar. Giraban en una vorágine de locura, y de gritos y de llanto y de olvido. Como un bucle uno a uno se deshicieron en el dolor de otro, se convirtieron en un todo dentro de un todo, destruyéndose en su sed de sin sentido, hasta finalmente desaparecer en el recuerdo de la calidez añil de tu pulmón.

7 comentarios:

Idea libre dijo...

Gran inspiración...

Idea Libre dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Un Residuo dijo...

idea quieres publicar? por que si quieres particpar con enradas en el blog solo tienes que dejarme un mail por aqui donde enviarte la invitación para se r redactor. Este es un blog abierto a todo el mundo, donde aquel que quiera puede amontonar mas "residuos" culturales puede hacerlo.

Idea libre dijo...

ANACRONÍA (es orden)

Junto al reloj parado a las siete hay un arpa olvidada por su dueña. Nunca conoció conciertos de cámara; ni siquiera sencillas veladas de íntima complicidad entre músico e instrumento. Nació para ser elemento decorativo de grandes salones luminosos y siempre cumplió fielmente su papel. Fueron muchos los bailes que animó con su presencia; todos alababan su forma y esplendor, pero nadie se atrevió a extraer de ella todas las notas que guardaba, todos los acordes que en ella había y esperaban ansiosos a que alguien los tocara, para convertirse en emociones latentes, oníricos parajes o sentimientos ausentes.

Y pasaron los años sin que nadie reparara realmente en ella. Sólo de tiempo en tiempo era afinada por visitantes extraños, de manos ásperas, que apenas mostraban interés en desentrañar su esencia, cuando menos en conmoverla. Hasta que una mañana, que podía haber sido una de tantas, el joven nieto de la dueña fue conducido al gran salón para dar vía libre a sus juegos. El joven, atendiendo a su naturaleza, fue indagando por cada rincón del lugar, hasta que fue a dar con la vieja arpa. Fue entonces cuando sus pequeñas manos, de breves dedos aún torpes, suavemente rozaron las cuerdas, no sin cierto temor por la incertidumbre del descubrimiento.

Y el arpa lo sintió. Y vibró como nunca lo había hecho. Y el salón se inundó del desahogo contenido. Con sus notas afónicas lamentó verse atrofiada. Se daba cuenta de que, en comparación con aquel joven, su momento ya había pasado. La madera estaba carcomida, la pintura levantada y las clavijas oxidadas. Lamentaba el tiempo que le separaba de aquel muchacho, pero en el fondo se sentía agradecida de su presencia en aquella sala y, sobre todo, de su existencia.

Desde entonces fueron numerosos los encuentros, en los que el joven fue ganando en destreza y habilidad musical, al tiempo que sus manos crecían y se afinaban. La vieja arpa aguardaba siempre expectante ese momento compartido, atemporal e infinito, con el que renacía eternamente. No podía hacerle partícipe de su sentimiento más que esforzándose en reproducir las más bellas notas que podían nacer de su interior cada vez que el joven la tocaba. Y, mientras ese momento llegaba, esperaba en silencio en la oscura esquina, olvidada por su dueña, junto al reloj parado a las siete.

(basado en la Rima VII de G. A. Bécquer) ...aunque tal vez debería ser un testimonio materialista

Idea Libre dijo...

jajaja...se me nota, no?

Idea Libre dijo...

Te he mandado un correo pero no sé si con tanta ventana blogger se me ha perdido por el camino...mi dirección es ideaisthesis@gmail.com. Y ya hablaremos sobre el ludismo! Vivan los residuos!!

Un Residuo dijo...

ale Idea Libre ya te he enviado la invitación para ser redactor.. solo tienes que aceptarla y podras publicar.

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